viernes, 21 de diciembre de 2007

Colitas de chancho




Ni siquiera para príncipe azul. A Cristóbal simplemente no le daba.
Ahora, frente al fuego de mi triste chimenea, es cuando maldigo a todos los que pudieron advertirme de que algo en ese primo lejano no andaba bien. Pero nada. La Jose me vendió la idea del súper hombre y no hubo mujer que no exclamara entre media embobada y media perdida (por la estampa de C que hay que reconocer es fantástica): “Pastora, ¡tu pololo es un bom bom!”.
Está bien, no quiero faltar a la verdad; los primeros meses fueron maravillosos, el tipo me enamoraba día a día. Hacía todo lo que cualquier mujer hubiese querido y yo, encantada como estaba, lo acompañaba incluso los fines de semana a jugar fútbol. Sin embargo, como dice el dicho, lo que rápido empieza rápido termina. Y mi historia con Cristóbal no prosperó. ¿Por qué? “Diferencias en la forma de entender una relación” les diría él. Yo, estimadas amigas, les digo: “Excusas. Cuando uno ama no abandona”.
Y nosotros nos rendimos... así... “corto y fome”. Los primeros días después del “término del pololeo” fui rigurosa con el manual que nos habla de “Cómo actuar en los primeros 15 días de viudez”: Me conectaba a msn con la secreta esperanza de verlo online y que me hablara (yo jamás lo iba a hacer, por favor, eso sería rebajarme o mostrarme desesperada) o esperar a que escribiera algún mensaje en su nick que me indicara que estaba pensando en “nosotros” o me informara sobre qué estaba haciendo con su vida. Porque desconectarse de un día para otro con alguien con el que has compartido durante 80 días es fuerte. Más para mí que no he vivido relaciones largas.
Pero ellos son aún más inmaduros... porque además de esperar ese instante, nos deleitan con canciones en inglés que corremos a buscar en google para saber si la traducción habla de nosotras, mientras otras veces nos contentamos con un “se viene la pichanga”, “salí al supermercado” o “carrete donde el Longa” (sí, el siempre buen mozo mejor amigo que tan amoroso fue con nosotras). ¡Y qué rabia nos da! Porque sea lo que sea... pensamos: “cómo puede ser tan insensible”.
Algo así me pasó durante un par de meses después de que Cristóbal, mostrara, como todos, las garras. “Yo te dije que tenía algo raro”, me dijo la Rafa que siempre está de pájaro de mal agüero con mis pretendientes. “Sí, sí, sí... me acuerdo que me dijiste”, me limito a responder. Otra ilusión a la basura... otra historia para olvidar. Ni siquiera supe si amé a ese hombre que lo cuestionaba todo, que rompías mis bien estructurados esquemas y que construía mundos con sus palabras. Nos perdimos, “lo perdí” pensé en el minuto. Bah, ¡qué me importa!... “Lo comido y lo bailado no me lo quita nadie”. Y menos mi primo. Por lo demás me ahorré el que algún día me hijos me saquen en cara sus colitas de chancho.

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